Lección 1:
Un árbol genealógico del amor de Dios
¿Te han dicho alguna vez, “te pareces a...”? ¿Has pensado que muchas otras cosas además del parecido se pasan de una generación a la otra? Las creencias y las costumbres familiares se pasan de una generación a la otra.
Textos clave y referencias:
Génesis 11:10-12:9;
Patriarcas y Profetas, cap. 11.
Mensaje:
Somos parte del plan de Dios parla nuestra familia.
Versículo para Memorizar:
“Yo lo he elegido para que instruya a sus hijos y a su familia, a fin de que se mantengan en el camino del Señor y pongan en práctica lo que es justo y recto”.
(Génesis 18:19).
Una reunión familiar aburrida cobra vida repentinamente cuando la tía abuela saca fotos antiguas deterioradas por el tiempo. Te das cuenta de que te pareces asombrosamente a tu abuela cuando tenía tu edad. Y descubres de cuán lejos viene ese famoso mentón o nariz de la familia.
Algunas veces esas fotos es lo único que tenemos para enlazarnos con nuestros antepasados. Muchas veces no conocemos sus historias o ni siquiera sus nombres completos. Pero aunque no sabemos mucho acerca de nuestros progenitores, algunos de sus rasgos aun viven en nosotros.
Aunque los antepasados no parecen particularmente importantes para algunas personas en la actualidad, ese no era el caso en los tiempos del Antiguo Testamento. La familia era la parte más importante de la sociedad. Esto se hace notorio en las largas genealogías que la Biblia registra en diferentes lugares, incluyendo Génesis 11. Cada padre e hijo es mencionado y registrado cuidadosamente. Y mientras que no sabemos si ese mentón o nariz han pasado de generación en generación, podemos ver otros rasgos que han pasado de padres a hijos.
Gracias a un cuidadoso registro genealógico, Abraham supo quiénes eran sus antepasados hasta Adán. Su línea genealógica fue trazada retrospectivamente por Sem, Noé, Matusalén, Enoc y Set. Estos santos hombres establecieron una historia familiar de servicio a Dios. Esa tradición fue transmitida hasta Abraham. Abraham llegó a conocer y amar a Dios a través de su familia. Aunque vivía en una sociedad pagana y estaba rodeado de adoración a los ídolos, Abraham adoró solamente a Jehová.
Abraham vivió en una época cuando una familia grande se consideraba una bendición de Dios. Abraham y Sara amaban y respetaban a Jehová pero no tenían hijos. Eso debió de ser una decepción terrible para ellos. Quizá se preguntaban por qué Dios les negaba ese gozo especial de la paternidad. Entonces un día Dios habló con Abraham.
“Haré de ti una nación grande”, dijo Dios (Génesis 12:2). ¡Qué promesa! ¡La promesa de tener muchos hijos! Después de todos esos años sin hijos, eso debió de ser suficiente para que Abraham se emocionara. Pero había aún más.
“Haré famoso tu nombre, y será una bendición [...] ¡por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra!”, continuó Dios (Génesis 12:2, 3). Abraham y sus descendientes habían sido elegidos para un propósito especial. Dios tenía grandes planes para la familia de Abraham. A él y a sus hijos y a los hijos de sus hijos les fue encomendada la tarea especial de mostrar el amor de Dios a las naciones vecinas. Y un día, en un futuro lejano, uno de su línea genealógica nacería en un pesebre y moriría en una cruz para que todas las personas pudieran salvarse. Qué honor tan grande para Abraham y su familia.
Pero primero tenía que hacer algo más. Dios le dijo: “Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre. Vete a la tierra que te mostraré” (Génesis 12:1). Dios quería que Abraham dejara sus alrededores paganos. La familia de Abraham debía ser especial. Dios quería que vivieran de una manera diferente. Dios tenía un plan especial para ellos.
El resto del Antiguo Testamento es la historia de la familia de Abraham. Como Dios lo prometió, sus 16 descendientes se convirtieron en una gran nación, el pueblo judío. Las bendiciones que Dios prometió a Abraham fueron dadas de generación en generación a sus hijos. Durante su período más culminante, su fama se esparció hasta lugares distantes. Aun los gobernadores de otros países venían a visitarlos para conocer el secreto de su prosperidad.
Los rasgos familiares todavía se traspasan de generación a generación. Y Dios todavía tiene grandes planes para las familias de hoy. En nuestras familias es donde aprendimos por primera vez a sentir y dar amor. En ellas aprendimos acerca de Dios. En ellas descubrimos los talentos especiales que Dios le da a cada uno. Podemos agradecer a Dios por nuestras familias y por las bendiciones que recibimos a través de ellas.
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