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Intermediarios | Lección 12: El almuerzo del león | 3er Trimestre 2019 | Año D

Lección Intermediarios 3er Trimestre 2019

Lección 12:
El almuerzo del león

Lección Intermediarios 3er Trimestre 2019

¿Has sido engañado alguna vez? ¿Cómo te sentiste? ¿Tonto, enojado? En nuestra historia de hoy un rey fue engañado para hacerle daño a su mejor amigo, Daniel. Daniel no estaba preocupado. Confió en Dios y Dios no lo defraudó.


Mensaje:
Mensaje.
Versículo para Memorizar:
“Versiculo”.
(Texto).
Textos clave y referencias: 
Daniel 6
Profetas y reyes, cap. 44. 

Daniel era un anciano. Muchas cosas habían acontecido desde que había dejado su hogar en Jerusalén cuando era adolescente. Desde el principio prometió confiar en Dios y nunca lo defraudó. Dios había protegido a Daniel y a sus tres amigos. Pero ahora las cosas habían cambiado nuevamente.

El nieto de Nabucodonosor no era tan sabio como Nabucodonosor y había perdido el imperio. Ahora Darío era el rey. Darío colocó a Daniel a cargo del gobierno. Se habían convertido en buenos amigos y de vez en cuando el rey Darío y Daniel hablaban acerca de Dios.


No todos estaban contentos con esta relación. Algunos de los antiguos gobernantes creían que ellos debían tener ese cargo. Vigilaban a Daniel muy de cerca para encontrar una razón en su contra. Pero lo único que podían encontrar contra Daniel era la lealtad a su Dios.

Hablaron acerca de esto, tramaron y planearon y finalmente encontraron una idea perfecta y se dirigieron hacia el rey.

—Rey Darío, sabemos que eres un gran rey. Porque eres muy grande pensamos que es justo que todos tus súbditos te adoren a ti y solamente a ti por el período de un mes.
—Bueno... no sé —dijo el rey.
—No habría una mejor manera de mostrar respeto y lealtad que postrarse ante ti y solamente ante ti por un mes. Y el que no lo haga, pensamos que debe ser arrojado en el foso de los leones —replicó el oficial.

El rey comenzó a pensar. Esta era una propuesta halagadora. Firmó su nombre con una ceremonia fuera de lo común. Los oficiales tropezaban unos con otros al salir de la habitación real, apenas podían contener su alegría.

Daniel leyó el decreto y suspiró. Sabía que era una trampa, pero no titubeó. Fue a su casa, abrió su ventana, se arrodilló mirando hacia Jerusalén para orar. Siempre oraba en esta ventana tres veces al día. No dejaría de hacerlo ahora.  Pidió a Dios que le diera valor y sabiduría y le agradeció por su protección.

Los oficiales se colocaron en un lugar donde podían vigilar discretamente. Esto era muy fácil. “Allí
estaba, —pensaron—, orando como de costumbre”. Una vez más tropezaban unos con otros para correr hacia donde estaba el rey.


—Oh rey, ¿recuerdas el decreto que firmaste ayer? Alguien ya lo quebrantó. Esto lo decían tratando de esconder su alegría detrás de rostros con expresiones de solemnidad.

—¿Quién? —gritó Darío—. Ya se había entusiasmado con el plan.
—Daniel —dijeron controlando su respuesta.

Inmediatamente Darío comprendió que había sido engañado. Ordenó que todos salieran y comenzó a dar pasos de furia y frustación. ¿Cómo podía salvar a su amigo?

Cerca del anochecer, los oficiales se llenaron de valor y regresaron.

—No tiene sentido, Darío. La ley es la ley, y nada la puede cambiar. Daniel debe ser arrojado a los leones.

Darío envío un mensaje en contra de su voluntad para que Daniel fuera arrojado al foso de los leones.

—Lo siento —dijo el rey—. Espero que tu Dios te pueda salvar.

Daniel se mantuvo en calma mientras lo bajaron al foso y sellaron el mismo con el sello real.

Esa noche Darío no pudo dormir. Se movía de un lugar a otro. Temprano en la mañana corrió al foso.

—¡Daniel! ¡Daniel! ¿Estás vivo?
—Oh rey, ¡para siempre vive! Mi Dios cerró la boca de los leones y no me han hecho ningún daño
—contestó de manera segura y calmada.


Darío sonrió de oreja a oreja. ¡El Dios de Daniel estuvo con él! Inmediatamente Darío ordenó que sacaran a Daniel y lo sustituyeran por sus acusadores. En este momento los leones no esperaron. No
querían rechazar el almuerzo una vez más.

Entonces Darío envió otro decreto. En este decreto dio gloria a Dios.

“He decretado que en todo lugar de mi reino la gente adore y honre al Dios de Daniel.

“Porque él es el Dios vivo, y permanece para siempre. Su reino jamás será destruido, y su domino jamás tendrá fin. Él rescata y salva; hace prodigios en el cielo y maravillas en la tierra. ¡Ha salvado a Daniel de las garras de los leones!” (Daniel 6:26, 27).

El Dios de Daniel también es nuestro Dios. Podemos ir con él dondequiera que nos guíe con confianza en su amante cuidado.


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