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Intermediarios | Lección 10: Enfrentando el fuego | 3er Trimestre 2019 | Año D

Lección Intermediarios 3er Trimestre 2019

Lección 10:
Enfrentando el fuego

Lección Intermediarios 3er Trimestre 2019

¿Te has sentido presionado a hacer algo que no querías hacer? Si has pasado por esta experiencia comprenderás cómo se sintieron Daniel y sus amigos cuando el rey y toda la ciudad se arrodillaron delante de una estatua de oro y ellos se negaron a hacerlo.


Mensaje:
Adoramos a Dios confiando en que él está con nosotros en todas las situaciones.
Versículo para Memorizar:
“¡Alabado sea el Dios de estos jóvenes, que envió a su ángel y los salvó! Ellos confiaron en él, y, desafiando la orden real, optaron por la muerte antes que honrar o adorar a otro dios que no fuera el suyo”.
(Daniel 3:28)
Textos clave y referencias: 
Daniel 3
Profetas y reyes, cap. 41. 

Daniel captó la atención del rey Nabucodonosor poco tiempo después de llegar a Babilonia. En el período de un año, el rey tuvo un sueño acerca de una estatua rara y quiso desesperadamente que alguien lo interpretara. Daniel oró para que Dios lo ayudara y pudo explicar a Nabucodonosor la estatua, la profecía que representaba y los reinos que seguirían al Imperio Babilónico de Nabucodonosor.  Daniel fue recompensado con un elevado cargo en el reino. Él pidió que sus amigos, conocidos ahora por nuevos nombres babilónicos, Sadrac, Mesac y Abednego, tuvieran trabajos importantes en el gobierno.


Nabucodonosor reconoció el poder del Dios de Daniel después de que su sueño fue interpretado. Pero al pasar el tiempo no quería aceptar la profecía concerniente a que su reino no sería eterno. Todo lo que podía recordar de la interpretación de Daniel eran las palabras: “Tú eres la cabeza de oro”.  Sus consejeros le sugirieron que hiciera una estatua como la que había visto en su sueño, pero que la hiciera toda de oro macizo para representar un reino eterno e indestructible.

Los babilonios eran adoradores de los ídolos. Habían hecho estatua espléndidas de sus diferentes dioses. Pero nunca habían visto una imagen como esta. Su altura era como un edificio de nueve pisos y de oro macizo, la estatua se podía observar desde las afueras de la ciudad. La ceremonia de dedicación para esta imagen era un acto de adoración y un juramento de fidelidad a Babilonia. Se esperaba que todos los funcionarios del gobierno estuvieran presentes.

Sin duda Sadrac, Mesac y Abednego sabían lo que sucedería. La construcción de la imagen se venía realizando ya por algún tiempo. Ellos eran funcionarios importantes del gobierno. Sabían que debían asistir a la ceremonia de dedicación y adorar la estatua. Habían tenido suficiente tiempo para pensar en las consecuencias de no obedecer la orden del rey.

Asistieron a la ceremonia como se les ordenó, pero cuando se dio la orden de arrodillarse y adorar la estatua al sonido de la música, se mantuvieron erguidos y firmes. Se arrodillarían y adorarían solamente al Dios de los cielos.


El ascenso rápido de estos cautivos a cargos importantes había creado celos entre muchos babilonios. En este momento corrieron para dar a Nabucodonosor la noticia de que los tres judíos se negaban a servir a sus dioses o adorar su imagen. El rey estaba furioso. Llamó a los tres, les ofreció otra oportunidad y los amenazó con echarlos al horno encendido si lo desobedecían nuevamente.

Si tenían miedo, sus palabras no lo mostraban. “No hace falta que nos defendamos ante Su Majestad! Si nos arroja al horno en llamas, el Dios al que servimos puede librarnos del horno y de las manos de Su Majestad” (Daniel 3:16, 17).

Estos jóvenes confiaban en lo que Dios podía hacer por ellos. Pero esa no era la razón por la que se negaron a adorar un ídolo. Prosiguieron en su respuesta: “Pero aun si nuestro Dios no lo hace así, sepa usted que no honraremos a sus dioses ni adoraremos a su estatua” (vers. 18).

Daniel y sus tres amigos habían demostrado su fidelidad a Dios al rechazar la comida del rey. No permitieron que las circunstancias dictaran su comportamiento. Habían prometido adorar a Dios. Eso era definitivo. Sabían que Dios los salvaría. Pero si los salvaba o no, no les importaba.

De modo que fueron al fuego y Dios los libró. Probablemente muchas personas no han sido libradas de sus propios hornos de fuego personales.


¿Adoramos a Dios por lo que él puede hacer por nosotros? No. Adoramos a Dios por lo que ya ha hecho por nosotros. Nuestra adoración es una reacción a su gracia salvadora y nada puede cambiar ese hecho. No existen circunstancias en la tierra que pueden hacer titubear la devoción a nuestro Salvador y el sentimiento de paz que su presencia infunde en nuestras vidas.


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