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Intermediarios | Lección 8: Sigue hablando | 3er Trimestre 2019 | Año D

Lección Intermediarios 3er Trimestre 2019

Lección 8:
Sigue hablando

Lección Intermediarios 3er Trimestre 2019

Párate y estírate tan alto y ancho como puedas. ¿Cómo te sientes? Imagínate cómo te sentirías si estuvieras encadenado y no pudieras estirarte ni moverte libremente. Esa era la situación en que Pablo se encontraba. Otros podrían estar deprimidos, pero Pablo estaba lleno de palabras de ánimo para todos con los que hablaba.


Mensaje:
Servimos a Dios compartiendo nuestra fe dondequiera que estemos.

Versículo para Memorizar:
“No tengas miedo; sigue hablando y no te calles, pues estoy contigo”.
(Hechos 18:9, 10)

Textos clave y referencias: 
Hechos 9:15, 16; 20:22-24
os hechos de los apóstoles, cap. 48. 

La celda está oscura y sucia. Un débil rayo de luz se filtra por la ventana que está arriba. La ropa escasa del prisionero no es suficiente para protegerlo del frío y la humedad del piso y las paredes de piedra. Las pesadas cadenas resuenan cada vez que se mueve. Está esperando su ejecución y la pluma rasga el papel mientras escribe las últimas cartas de esperanza y ánimo a sus amigos.

Pablo en la Corte de Roma

Esta no es la primera vez que Pablo es encarcelado. Simplemente es la última. Su vida de servicio a Cristo ha sido dura. Azotado por los judíos cinco veces; golpeado con varas tres veces; apedreado una vez; náufrago tres veces, una vez flotando en el mar durante todo un día y una noche. Su vida había estado en constante peligro, con los judíos, los gentiles, en ríos, entre bandidos, en la ciudad, en el campo y entre falsos hermanos. Había estado sin dormir, sin comer, sin tomar agua. Había estado desnudo y en el frío. La prisión no era nada nuevo para él.

En cada una de estas situaciones Pablo encontró la oportunidad de compartir las buenas nuevas de Jesús. Náufrago y prisionero en la isla de Malta por tres meses, Pablo usó el tiempo para predicar.

Pablo en la Isla de Malta

Prisionero bajo arresto domiciliario en Roma por dos años, predicó el evangelio a los guardias y a todos los que lo visitaban. Su mensaje fue predicado primero a los esclavos y pobres, pero finalmente alcanzó a los ricos y a la casa del emperador.

Finalmente fue llamado a presentarse ante Nerón. El emperador era un hombre de una crueldad insólita que gobernaba todo el mundo civilizado con mano de hierro. Los que se atrevían a hablar una palabra en su contra, incluyendo a su propia madre, eran ejecutados sin misericordia. Odiaba a los cristianos y envíó a miles a morir en Roma. Cuando Pablo fue llamado para defenderse contra los cargos de rebelión contra el gobierno, no tenía ningún motivo de esperanza. Pero Dios tenía otros planes para la presentación de Pablo en la corte, y él sabía que podía contar con que Pablo usaría esta oportunidad para testificar de él.

Un prisionero romano podía traer a alguien a la corte para ayudarlo en su defensa, algo así como un abogado en nuestro tiempo. Pero nadie era lo suficiente valiente como para presentarse ante Nerón con Pablo.

“En mi primera defensa, nadie me respaldó, sino que todos me abandonaron”, escribió a Timoteo
(2 Timoteo 4:16). “Pero el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que por medio de mí se llevara a cabo la predicación del mensaje y lo oyeran todos los paganos. Y fui librado de la boca del león” (vers. 17).

En la presentación ante una corte, que haría temblar a otros, Pablo estuvo calmado en una sala abarrotada de gente y presentó la verdad de Jesús. Personas de muchas otras tierras lo escucharon con asombro mientras explicaba cómo Jesús vino y pagó el precio para salvarnos de nuestros pecados. Las palabras de Pablo y la paz de Jesús que se mostraba en su rostro convirtieron a muchos de los fuertes y poderosos que lo escucharon aquel día.

Pablo en la Corte de Roma

Nerón mismo fue influenciado por la predicación de Pablo y lo envió de regreso a la prisión en lugar de echarlo a los leones en una ejecución pública.

Finalmente Nerón ordenó que Pablo fuera decapitado, pero hasta en su ejecución Pablo predicó el evangelio de Jesús. Algunos de los muchos soldados que observaron su muerte fueron convertidos por sus palabras y la presencia de Dios que lo rodeaba.

Pablo no se quejó de que Dios lo había abandonado cuando estaba solo en el sucio calabozo. Su fe en el Salvador nunca fue sacudida. “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, me he mantenido en la fe. Por lo demás me espera la corona de justicia que el Señor [...] me otorgará en aquel día”, escribió en su última carta a Timoteo (2 Timoteo 4:7, 8).

Pablo fue llamado a servir al Señor en circunstancias extremadamente difíciles. Pero ya sea en la prisión, o delante de uno de los dictadores más famosos de la historia, o en el camino a su muerte, siempre encontró una forma de servir. Él sintió la presencia de Dios aun en las peores circunstancias y usó cada una de ellas para compartir su fe.

No sabemos lo que la vida traerá para nosotros. Pero Dios ha prometido estar con nosotros no importa lo que nos espere. “Les aseguro que estaré con ustedes siempre”, prometió Jesús (Mateo 28:20). Esta es una promesa que nosotros, como Pablo, podemos llevar dondequiera que vamos.


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